Una tijera despeluca mi pecho,
lo vuelve árido y agrietado;
pasan las gaviotas
inertes en sus alas,
desatadas en sus ojos,
volando a ras de mis narices,
cepillando mis párpados,
besando mi frente.
que sueltan las nubes
regresan a ellas,
casi al llegar a mi boca.
Mi lengua las extraña
y les grita amores,
pero cuando me escuchan,
se deshacen en suaves pedazos de humo.
son el silencio de mañana.
un aro de sal dejo caer de mis dedos
un aro de sal y trigo seco
que abraza el viento despacio
y lo comprime contra mis muslos.
la vida se ha puesto oscura y
ni siquiera el olor de la muerte me seduce ya.
cuánta espera en estos brazos,
cuánto abrigo en este vientre,
cuánto frío en esta espalda.
domingo, 15 de julio de 2007
suaves pedazos de humo
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