Cuando mueras, pequeño
la palidez cruenta de tu cuello
se pudrirá despacio y sin misterio.
Los dulces y amorosos nudillos
de tus dedos
crecerán horrendos sobre el cielo,
amarrarán sus colas
y encerrarán sus versos.
La carne en tus labios se hará fina
y transparente
para descubrir el amarillo desgaste de tus dientes,
de tus besos.
Así que habrá que enterrarte despacio,
con cuidado,
para que no se te derramen
las últimas palabras,
las últimas vocales del cerebro.
Habrá que vestirte
con tinta ligera
y cubrirte de alfileres nuevos
1 comentario:
La muerte, esa señora tan misteriosa a veces con guadaña, a veces con melena de meretriz y otras tan normalita bailando con la vida.
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