jueves, 17 de marzo de 2011

Narciso, 2011

Asumiendo que el cuerpo es pensado siempre a partir de un discurso específico (fisiológico, psicológico, artístico, etc.), y que todas sus representaciones refieren a este discurso; la pregunta que me hago es ¿cómo puedo plantear una propuesta sin asumir, ontológicamente, un relato escénico que (como el cuento y el mito) busque explicar o dar cuenta simbólica de una problemática específica, que busque organizar en un discurso cerrado y concluyente sobre tal problemática?

La danza como tal fue concebida como producto de la concepción cartesiana del cuerpo, de la aplicación de reglas uniformes, de la eliminación de expresiones singulares, y de la sumisión de las particularidades a leyes homogéneas y universales, a reglas fijas y estandarizadas. Fue de esta forma que la danza académica creó un sistema de organización que subordinaba lo individual a normas racionales colectivas por medio del disciplinamiento de los cuerpos. (S.Tambutti)

Esta concepción de un cuerpo efectivo y obediente, también se extendió a las creaciones que pretendían dar cuenta de un cuerpo “transmundano”, dejando atrás el cuerpo terreno, para explicar y validar los grandes discursos del poder, los metarelatos. Evidenciando que no hay discurso sin poder, y que la creación de las obras clásicas buscaba explicar de manera concluyente y satisfactoria los requerimientos racionales del hombre, el mundo y sus problemáticas.
Por otra parte, el mito como tal, busca explicar una parte del mundo o de la historia del mundo que no puede ser entendida de manera racional. Y hacerlo de una manera verbal. Así, le confiere, con su aparecimiento, una justificación –un entendimiento racional, cartesiano- a las realidades caóticas que pueden ser el universo y el cuerpo.

Es de suma importancia el notar que la verbalización del problema, entendida como una explicación verbal (oral o escrita) del mismo, otorga una forma racional de acercarnos y resolverlo. De resolver y terminar. De concluir y justificar. De nominar.

Para de esta forma, resolver definitivamente el enfrentamiento entre los opuestos (Levi-Strauss apunta como una de las partes constitutivas del mito la reconciliación de los contrarios, para terminar con la angustia del hombre).
Esta conciliación del problema se hará siempre dentro de una estructura lineal y concluyente que permite al hombre, “entender” siempre desde su racionalidad lo que no puede ser entendido como normal.
Una estructura que en el sentido aristotélico del teatro, reproduce un esquema de existencia que concilia, que resuelve, que entiende, que justifica, que categoriza, que recompone, que clasifica, que organiza el mundo y sus misterios (en nuestro caso, el cuerpo y sus misterios). Convirtiéndose así en un asidero existencial, como explica Rollo May.

Es interesante, además, notar la cualidad fantástica y la magia del mito que, a diferencia de la fábula, no es tan evidente como la moraleja implícita en la misma. Y es precisamente en esta diferencia en la que también busco una referencia con mi propuesta: la estructura escénica no necesariamente tiene que dar una respuesta, una conclusión, ni mucho menos una verdad definitiva.

A partir del mito de Narciso, me propongo encontrar una secuencia de imágenes que puedan ser ordenadas de manera aleatoria y fragmentada. Busco, principalmente, encontrar (o dejar que el espectador encuentre) una coherencia particular dentro de esa fragmentación.

Los procesos anteriores como creador me han llevado por un camino al que siempre he podido observar. He escuchado y visto los cambios, los giros y las vueltas de tuerca que han tenido mis obras en su estructuración, y he tomado las riendas en el momento preciso para volver al eje paradigmático de la misma. Es decir, he controlado el rumbo.

En esta oportunidad, me propongo únicamente exponer aleatoriamente (cosa que no sé exactamente cómo voy a conseguir, pues hay siempre un esquema de trabajo que se vuelve necesario para llegar a algún punto) las imágenes fragmentadas que se encuentren. Como si el espectador estuviera en un cuarto oscuro, con una linterna defectuosa en la mano y que solo alumbra por momentos.

Intento entonces buscar un sentido de imprecisión, dentro de la estructura del mito de Narciso, para permitir –tal vez- que se creen otras estructuras y/o lecturas acerca de la historia; que sea quizá en los intersticios de la escena, en donde el espectador pueda encontrar un otro discurso, otra forma que ni siquiera sea necesariamente lineal, narrativa.

Tal vez en esa hendidura que se forme, empiece a relacionarme –como intérprete y como espectador- de una manera distinta a la establecida: a través del raciocinio.

"NARCISO" es un trabajo escénico comisionado por el Festival de Arte Contemporáneo "NO MÁS LUNA EN EL AGUA".
La primera función será el Domingo 13 de marzo a las 18h00, y la segunda función el Domingo 3 de abril, a las 18h00. Ambas en la Asociación Humboldt de Quito.

La obra está dirigida por Ernesto Ortiz y cuenta con la participación de Denisee Neira, Esteban Donoso, Fernanda García, Gabriela Pallares, Jessica Saltos, Natalia Buñay, Viviana Sánchez, Carolina Váscones, Victoria Beltrán y Ernesto Ortiz.

"NARCISO" es una investigación acerca de las lógicas del mito, relacionadas con la narrativa, la estructura y la fragmentación escénicas

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