¿Un cuerpo o una propuesta de movimiento específicos pueden habitar en cualquier espacio y convertir ese lugar y ese momento en un hecho escenificable? ¿Puede un cuerpo público convertirse en privado, o puede un cuerpo o una actividad privada convertirse en públicos?
A partir de éstas preguntas, me planteo la posibilidad de establecer un mecanismo de trabajo colaborativo, entre la danza y el vídeo, que pretenda –de alguna manera- desacralizar el hecho escénico como tal. Es decir, en los confines de la modernidad y los estertores transcoloniales, ¿cómo es posible asumir el valor de lo que puede ser llevado al ámbito público, con pretensiones artísticas?
En un momento histórico en el que la mediatización de lo privado se erige como la única certificación posible de validez y de existencia, ¿cómo consigo entender los juegos y los diálogos que pueden establecerse entre un performer y un espacio privado y cotidiano? ¿cómo consigo impugnar los ideales de belleza, espectacularidad, arte y estética?
Este proyecto pretende colocar en un entorno privado (una oficina, una habitación de hotel, una cocina familiar, un dormitorio ajeno) a tres artistas escénicos que lo habiten y lo vivan, sin alterar –en la medida de lo posible- ese lugar. Y registrar esa intervención en una proyección simultánea que sea observada en el exterior del lugar.
No pretendo encontrar respuestas ni conformar un todo coherente. Creo que precisamente en la fragmentación y en los intersticios de ese hecho, se pueden hallar fragmentos de conocimiento que me interesa no estructurar, ni alinear en un discurso moderno, occidental y apegado al poder. Sino, por el contrario, encontrar (o intentar encontrar) un conjunto de ideas o sensaciones que, como en un juego óptico, se me ofrezcan más claras, si cambio el foco de mi mirada.
“Sino” fue parte de la Plataforma de Arte Contemporáneo “Cuarto Aparte”, en Cuenca, durante su última edición.