miércoles, 4 de julio de 2012

"MÍNIMAS RESIDENCIAS", JULIO 2012

"MÍNIMAS RESIDENCIAS"... Para MÍNIMAS RESIDENCIAS, he trabajado con la premisa de Marina Abramovic de que todo lo que nos sucede, sucede en el cuerpo. El cuerpo es el espacio en el que los discursos que nos atraviesan y nos constituyen o nos significan toman lugar, y en ese sentido es el cuerpo el portador y traductor de tales discursos. En “mi cuerpo” cohabitan varios cuerpos: el del performer, el del adulto enfermo y el del ser solitario. Quiero, fragmentariamente, recorrer estos cuerpos –que se expresan cada día de mi vida, en distintas horas y lugares- para encontrar momentos que, en forma de fotografía en movimiento, den cuenta de estos distintos cuerpos que soy. El cuerpo del performer, del artista o del creador, que es efectivo, que se construye bajo ciertas premisas, que se encamina hacia un punto específico y que necesita de la salud y la vitalidad. El cuerpo del adulto enfermo que antecede al del performer, y que le precede sistemáticamente. Cuerpo que se deteriora, envejece y descansa. Que se recupera, que se detiene. El cuerpo del ser solitario. Que no va a ninguna parte en específico, que nadie espera, que se alista y se prepara para no llegar a ningún sitio. Este cuerpo se refugia en la forma (el vestuario, el accesorio) y aunque se construye cuidadosa y detalladamente, nunca existe en la realidad, ni interactúa socialmente. ¿Cómo pueden estos actos privados y neuróticos entrar en escena, en el lugar de la representación? Abramovic afirma que se debe “realmente escuchar a la intuición”. En este sentido, la residencia en “La Cuchara de San Marcos” ha significado –irónicamente- evidenciar aún más la soledad en la que vivo. Las personas y las actividades que acontecen cada día parecieran suceder en una dimensión paralela. Es decir, la labor de buscar, escuchar, mirar, percibir, intuir, imaginar y finalmente, componer algo dentro de este lugar, ha sido una labor solitaria y autosuficiente. Así que en esa soledad, he escuchado a la intuición y he configurado una forma de habitar y trabajar en la que lo racional no ha predominado. No termino de entender hacia dónde apunta esta propuesta. No he pretendido tampoco hacerlo. Tal vez es una manera de suspender el paso del tiempo y permitir que el dominio del silencio sea mayor, el dominio de lo que no me sucede, de lo que no he vivido ni he de vivir. En esta soledad, la imagen ha sustituido a la voz del otro, del compañero de trabajo, del “director” y es ella –registrada en una cámara- la que ha resignificado mi existencia en este espacio. Logré mantener la fragmentación de la propuesta y la relación con Andrea Fierro (la cantante que me acompaña) ha sido como otra imagen onírica, que sucede solo a ciertas horas del día. Lorena, Cristina, Mary, Kevin, Camilo, Jackie, Giovanny y todos los que caminan alrededor son adorables fantasmas, cálidos y afables que me ven pasar y sonríen.

viernes, 16 de diciembre de 2011

SINO, acto para tres fantasmas y una casa

¿Un cuerpo o una propuesta de movimiento específicos pueden habitar en cualquier espacio y convertir ese lugar y ese momento en un hecho escenificable? ¿Puede un cuerpo público convertirse en privado, o puede un cuerpo o una actividad privada convertirse en públicos?
A partir de éstas preguntas, me planteo la posibilidad de establecer un mecanismo de trabajo colaborativo, entre la danza y el vídeo, que pretenda –de alguna manera- desacralizar el hecho escénico como tal. Es decir, en los confines de la modernidad y los estertores transcoloniales, ¿cómo es posible asumir el valor de lo que puede ser llevado al ámbito público, con pretensiones artísticas?
En un momento histórico en el que la mediatización de lo privado se erige como la única certificación posible de validez y de existencia, ¿cómo consigo entender los juegos y los diálogos que pueden establecerse entre un performer y un espacio privado y cotidiano? ¿cómo consigo impugnar los ideales de belleza, espectacularidad, arte y estética?
Este proyecto pretende colocar en un entorno privado (una oficina, una habitación de hotel, una cocina familiar, un dormitorio ajeno) a tres artistas escénicos que lo habiten y lo vivan, sin alterar –en la medida de lo posible- ese lugar. Y registrar esa intervención en una proyección simultánea que sea observada en el exterior del lugar.
No pretendo encontrar respuestas ni conformar un todo coherente. Creo que precisamente en la fragmentación y en los intersticios de ese hecho, se pueden hallar fragmentos de conocimiento que me interesa no estructurar, ni alinear en un discurso moderno, occidental y apegado al poder. Sino, por el contrario, encontrar (o intentar encontrar) un conjunto de ideas o sensaciones que, como en un juego óptico, se me ofrezcan más claras, si cambio el foco de mi mirada.
“Sino” fue parte de la Plataforma de Arte Contemporáneo “Cuarto Aparte”, en Cuenca, durante su última edición.

jueves, 17 de marzo de 2011

Narciso, 2011

Asumiendo que el cuerpo es pensado siempre a partir de un discurso específico (fisiológico, psicológico, artístico, etc.), y que todas sus representaciones refieren a este discurso; la pregunta que me hago es ¿cómo puedo plantear una propuesta sin asumir, ontológicamente, un relato escénico que (como el cuento y el mito) busque explicar o dar cuenta simbólica de una problemática específica, que busque organizar en un discurso cerrado y concluyente sobre tal problemática?

La danza como tal fue concebida como producto de la concepción cartesiana del cuerpo, de la aplicación de reglas uniformes, de la eliminación de expresiones singulares, y de la sumisión de las particularidades a leyes homogéneas y universales, a reglas fijas y estandarizadas. Fue de esta forma que la danza académica creó un sistema de organización que subordinaba lo individual a normas racionales colectivas por medio del disciplinamiento de los cuerpos. (S.Tambutti)

Esta concepción de un cuerpo efectivo y obediente, también se extendió a las creaciones que pretendían dar cuenta de un cuerpo “transmundano”, dejando atrás el cuerpo terreno, para explicar y validar los grandes discursos del poder, los metarelatos. Evidenciando que no hay discurso sin poder, y que la creación de las obras clásicas buscaba explicar de manera concluyente y satisfactoria los requerimientos racionales del hombre, el mundo y sus problemáticas.
Por otra parte, el mito como tal, busca explicar una parte del mundo o de la historia del mundo que no puede ser entendida de manera racional. Y hacerlo de una manera verbal. Así, le confiere, con su aparecimiento, una justificación –un entendimiento racional, cartesiano- a las realidades caóticas que pueden ser el universo y el cuerpo.

Es de suma importancia el notar que la verbalización del problema, entendida como una explicación verbal (oral o escrita) del mismo, otorga una forma racional de acercarnos y resolverlo. De resolver y terminar. De concluir y justificar. De nominar.

Para de esta forma, resolver definitivamente el enfrentamiento entre los opuestos (Levi-Strauss apunta como una de las partes constitutivas del mito la reconciliación de los contrarios, para terminar con la angustia del hombre).
Esta conciliación del problema se hará siempre dentro de una estructura lineal y concluyente que permite al hombre, “entender” siempre desde su racionalidad lo que no puede ser entendido como normal.
Una estructura que en el sentido aristotélico del teatro, reproduce un esquema de existencia que concilia, que resuelve, que entiende, que justifica, que categoriza, que recompone, que clasifica, que organiza el mundo y sus misterios (en nuestro caso, el cuerpo y sus misterios). Convirtiéndose así en un asidero existencial, como explica Rollo May.

Es interesante, además, notar la cualidad fantástica y la magia del mito que, a diferencia de la fábula, no es tan evidente como la moraleja implícita en la misma. Y es precisamente en esta diferencia en la que también busco una referencia con mi propuesta: la estructura escénica no necesariamente tiene que dar una respuesta, una conclusión, ni mucho menos una verdad definitiva.

A partir del mito de Narciso, me propongo encontrar una secuencia de imágenes que puedan ser ordenadas de manera aleatoria y fragmentada. Busco, principalmente, encontrar (o dejar que el espectador encuentre) una coherencia particular dentro de esa fragmentación.

Los procesos anteriores como creador me han llevado por un camino al que siempre he podido observar. He escuchado y visto los cambios, los giros y las vueltas de tuerca que han tenido mis obras en su estructuración, y he tomado las riendas en el momento preciso para volver al eje paradigmático de la misma. Es decir, he controlado el rumbo.

En esta oportunidad, me propongo únicamente exponer aleatoriamente (cosa que no sé exactamente cómo voy a conseguir, pues hay siempre un esquema de trabajo que se vuelve necesario para llegar a algún punto) las imágenes fragmentadas que se encuentren. Como si el espectador estuviera en un cuarto oscuro, con una linterna defectuosa en la mano y que solo alumbra por momentos.

Intento entonces buscar un sentido de imprecisión, dentro de la estructura del mito de Narciso, para permitir –tal vez- que se creen otras estructuras y/o lecturas acerca de la historia; que sea quizá en los intersticios de la escena, en donde el espectador pueda encontrar un otro discurso, otra forma que ni siquiera sea necesariamente lineal, narrativa.

Tal vez en esa hendidura que se forme, empiece a relacionarme –como intérprete y como espectador- de una manera distinta a la establecida: a través del raciocinio.

"NARCISO" es un trabajo escénico comisionado por el Festival de Arte Contemporáneo "NO MÁS LUNA EN EL AGUA".
La primera función será el Domingo 13 de marzo a las 18h00, y la segunda función el Domingo 3 de abril, a las 18h00. Ambas en la Asociación Humboldt de Quito.

La obra está dirigida por Ernesto Ortiz y cuenta con la participación de Denisee Neira, Esteban Donoso, Fernanda García, Gabriela Pallares, Jessica Saltos, Natalia Buñay, Viviana Sánchez, Carolina Váscones, Victoria Beltrán y Ernesto Ortiz.

"NARCISO" es una investigación acerca de las lógicas del mito, relacionadas con la narrativa, la estructura y la fragmentación escénicas

domingo, 17 de octubre de 2010

así que ella...

Él, al otro lado de la mesa, parlotea, gesticula, suspira, sonríe y vuelve a parlotear. Él, perdido en el marasmo inútil de los recuerdos, intenta reconstruir una historia, una idea, una emoción -traspapeladas ya para siempre- con el único propósito de conseguir que ella siga escuchando.
Así que ella, conmovida un poco por ese loco afán que tiene él de no perder su atención, de parecerle alguien con algo para contar, alguien que amén de buenas maneras, parezca articulado y elocuente, sonríe y asiente. Ella sonríe y escucha devotamente, esperanzada en que su devoción al oírle divagar le devuelva algo de calma y le obligue a callarse.
Él confunde las personas, los detalles y los lugares. Hay dos o tres pedazos de la historia que podrían hilarse de alguna manera. El resto es solo un tumulto de imágenes, atmósferas y chasquidos de la memoria que brotan de su boca, desarrapados, inermes, fortuitos.
Así que ella, muerta de la tristeza y de la compasión le toma de las manos, cierra dulcemente los ojos y le pide que se calle.

martes, 28 de septiembre de 2010

Media cara

De los dos espejos que cuelgan en la pared de la habitación, prefiere el que parece más viejo y benévolo. Debe indiscutiblemente ser el más viejo: las aristas brillantes y pulidas de cobre repujado que son el marco del otro espejo hacen que su filo de madera sin brillo, y con pequeñas manchas oscuras, se sienta familiar y amable, casi maternal.
Así que decide mirarse en él. Lo que ve es el reflejo de una mirada atónita, con más años que los reconocidos, con más dudas que las permitidas. Eso le gusta. No hay ninguna lógica ni ninguna consecuencia en lo que ve.
Afuera, la luz del día se acaba. Empiezan a bajar las sombras baladíes del atardecer, y algunos pájaros estúpidos le pían a este amanecer travestido. El humo de los buses sube por encima de los tejados. Las rodillas de los viejos empiezan a doler.
Se cubre un ojo con la palma de la mano. Alcanza a ver media cara que se vuelve pedazos de formas ensombrecidas. Intenta una sonrisa, le duelen las comisuras de los labios y desiste de la idea. Decide no encender la luz. Cierra la cortina y la habitación se sume en contornos de silencio y espacios de luz anémica, empobrecida, decadente.
Se acuesta, sin dejar de cubrir la mitad de la cara con una mano. Resuelve que mañana, bien temprano, descolgará ambos espejos y los echará a la basura.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Lo último que alcanza a ver

La banderilla roja del anuncio de la barbería, junto al semáforo, es lo último que alcanza a ver. Dos segundos antes –tal vez haya sido solo uno- pensaba en que una buena afeitada tradicional: toalla hirviendo, crema batida, brocha y cuchilla afilada en cuero, le vendría bien. Le haría sentirse limpio, fresco, quizá más joven. Y que quizá esa sensación fresca, andrógina, le abrazaría el resto del cuerpo.
Pero ahora no logra ver nada claramente. Pasan frente a sus ojos, en una insonora banda de imágenes, un banco de cuchillas de vidrio, una rueda de volante negra, metros y metros de asfalto, una gran bolsa blanca de aire. En esa fracción absurda y maravillosa del tiempo, en la que todo es posible: la vida, la muerte, el amor, la nada y el paraíso, se pregunta una y otra vez cómo es que la luz pinta de colores los trocitos de vidrio que se le incrustan, dulces y decididos, en las pupilas.
En esa fracción absurda y maravillosa del tiempo, recuerda la última línea de su carta astral: “Tercera edad larga, pacífica, acompañada”, y sonríe. Sonríe ante la oscuridad que se cierra sobre su cabeza.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Se muere del miedo

Las voces del patio se van silenciando. Supone que eran niños. O adultos en actos delictivos. Supone que huyeron despacio, de puntillas, para dejar tras de si las evidencias de la felonía.
Ahora solo se escucha el agua de la manguera corriendo. Un chorro suave, calentito, que brota del borde de bronce y se expande sobre el pasto, empapando la tierra, despertando el olor maravilloso del lodo.
Quisiera bajar los cuatro pisos, rodear el edificio y acostarse junto al chorro de agua, suave, calentito, para sentir en la nariz la tierra mojada y la calma del agua. Se imagina quedarse ahí, sobre el pasto, hasta el día siguiente, mirando el cielo, el pedazo de cielo negro que aparece entre los tres edificios que crecen infinitos sobre la noche. Pero se muere del miedo. Se muere del miedo.